Lo pongo aquí porque un amigo me dijo que postease los relatos aquí también, no sólo aquí
Era un camino iluminado. Los rayos del sol calentaban mi piel y todo parecía tranquilo y sencillo. De vez en cuando aparecían algunas zonas oscuras, sombras proyectadas por demasiados árboles juntos, pero por ahora las había podido esquivar todas, sortearlas o pasar muy rápido a través de ellas. También aparecían en ocasiones algunos obstáculos, piedras y grietas en el suelo, pero con suerte las veía con tiempo. O eso creía yo.
Recordando el camino hecho, aparecían los vestigios de algunos tropiezos y rincones que me habían asustado de verdad, pero sus recuerdos estaban bien ocultos en el fondo de mi mente, algunos cerrados en una caja con candado de seguridad.
Así que hasta ahora, si echaba cuentas, todo mi camino por el bosque había sido feliz. Nada me importunaba demasiado, y si algo lo intentaba con insistencia yo pasaba de largo.
Pero un día, llegué a una bifurcación...una especialmente importante como nunca antes la había habido, sólo que yo no me di cuenta. Allí estaba una parte del camino todavía bastante iluminada por el Sol de la tarde, y la otra, aparecía oscura, peligrosa. “No seas tonta, sigue por el camino iluminado, el fácil” me dije a mí misma, y así hice. Al principio este camino parecía igual al otro, pero poco a poco, se fue oscureciendo, las ramas de los árboles empezaron a perder sus hojas y a retorcerse, y cada vez había más irregularidades en el camino, piedras escondidas entre el musgo y raíces levantadas. Tropecé.
Me levanté enseguida, decidida a volver a atrás e intentar seguir por el camino que parecía más peligroso, estaba segura que había errado el camino. Pero al volver la vista atrás, había desaparecido. Así era, un segundo antes, sucio y lleno de ramas estaba el camino por el que había venido, y ahora, simplemente no estaba. Seguían estando los árboles de raíces traicioneras, y las piedras tapadas por el musgo, pero ahora además también había matorrales llenos de espinas que me cortaban la retirada. No podía hacer otra cosa que avanzar.
Seguí abriéndome paso por el bosque, pisando un terreno que hacía tiempo nadie pisaba, asustada porque no sabía donde estaba y adonde iba, pero sobre todo, asustada porque me había perdido. No sólo físicamente no sabía donde estaba, sino que toda yo estaba perdida. Había dejado de ser esa chica despreocupada y siempre feliz, ahora estaba siempre vigilante y temerosa, sin saber en que momento aparecería otro obstáculo más, uno más difícil, preguntándome cuando llegaría con el que me rendiría y me quedaría allí para siempre.
Entonces apareció él. Llegó de una forma natural, hablaba conmigo y me escuchaba. Durante un momento olvidé donde estaba, sólo él consiguió eso. No era la única persona que me encontré por el bosque. No estaba sola del todo. Por allí aparecía gente a veces. A algunos los veía de reojo, pasaban muy rápido. Otros se acercaban más e incluso hubo un par de ellos que me acompañaron un trozo. Pero yo no les pedí ayuda. Para ellos el bosque no parecía tan tenebroso, no daban esa impresión. Ellos caminaban con soltura y facilidad, y mientras me acompañaban yo también caminaba tranquila. Pero nunca les pedí ayuda. No le dije a nadie que estaba perdida, que no me encontraba ni encontraba mi camino. Hasta que él llegó. Al principio era un acompañante más, aunque no terminaba de fiarme de él. Su aspecto me hacía recelar, pensando que no era alguien me pudiese ayudar. Caminó un tiempo en silencio. Él simplemente estaba allí. A veces se alejaba e incluso se iba de mi lado, pero siempre volvió. Después, lentamente me fui dando cuenta que su aspecto era sólo eso, algo externo. La demás gente con la que nos cruzábamos parecían saber que no debía fiarme de él y al principio les hice caso, pero por suerte, cambié de decisión. Poco a poco me fui dando cuenta que no era lo que aparentaba ser, y empecé a confiar en él, en su presencia a mí lado, y supe que si lo necesitaba allí estaría. Intentó mostrarme al camino que él veía, pero yo no pude, todo era más tenebroso para mí. Durante un tiempo, me acongojaba pensar que si yo no veía lo que él quería mostrarme, se cansaría de andar a mi lado y se iría cuando yo no mirase. Pero me equivoqué. La siguiente vez que tropecé y caí, él me ayudo a levantarme, me cogió de la mano y camino junto a mí. Otro día el golpe fue más duro, y entonces él se sentó a mí lado, me limpió la tierra de encima y lavó mis heridas con el agua que tenía. Me ayudó de nuevo a levantarme y me abrazó para ayudarme a caminar.
Aún sigo en este bosque. Cuando miro al frente me parece todavía oscuro y peligroso. Y sin final. Pero cuando miro a mi lado, lo veo a él y es como si todo lo que lo rodea fuese un poco más claro, más luminoso, y ya no da tanto miedo.
Espero con ansías encontrar el final del camino, pero todavía más espero encontrar a esa chica que se quedó en una bifurcación, porque quiero que él la conozca también.
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